domingo, 29 de septiembre de 2013

El disfraz de Sol me queda extremadamente grande.



Hace ciertas, pero no contadas semanas, la fuerza de gravedad me atraía a un acolchonado pasto. Húmedo y alegre. Aquella fuerza era bastante considerable, tanto que decidí estar más cerca de aquella mullida cama verde. Terminé acostada, sin necesidad de almohada alguna. Que pasto más verde. Yo gozaba acostada en el verano entero. Había fantasmas ciegos corriendo. Aquellos fantasmas no veían la belleza del momento.

Cerré mis ojos.
 Luego miré al cielo. 
Mis córneas no mucho me lo agradecieron.

De mis ojos empezaron a salir arroyos de lágrimas. Curiosamente no había un Sol hiriente en aquella pintura del cielo. Era intolerable, yo debía conocer el techo de aquel perfecto momento. Indignada, tuve que comenzar de nuevo;

Cerré mis ojos. 
Luego miré al cielo. 
Y mis córneas no mucho me lo agradecieron.

¿Qué chingados? Me levanté violentamente con groseras grietas en la arrogante cara. No sólo el cielo me había hecho hollín los capulines que tengo por ojos, tenía todo el cuerpo agrietado y chamuzcado.¿Que ocurría? Había pequeñas personas admirando al cielo. Y era evidente que tenían algo de lo que yo carecía.

Hice un último intento, y todo mi ser comenzó a arderme al momento. El cuerpo se me empezó a desbaratar en llamas, toda mi alma acabó tiznada.

El cielo estaba enojado conmigo. Yo definitivamente no pertenezco al cielo.

Fue entonces cuando lo entendí.El cielo está enojado conmigo, siempre juego a ponerme mi disfraz del Sol. Los rayos que irradiaba, me cegaban de ver que no llego a ser ni un gas flotante en el espacio.

¿De qué son los escalones de la escalera al cielo que algún día me fabriqué y dejé abandonada en alguna bodega? Espera, ¿Si quiera tengo escalera?

Tenía que tratar, una vez más.

Cerré los ojos.
Luego miré al cielo. 
No hubo perdón por mis arrogancias, recordé, que yo pertenezco al suelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario